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Quim Arrufat: "No somos nacionalistas conservadores, sino independentistas políticos y de clase"
La CUP quiere ejercer de "tensor político" en el Parlament y
recordar a la izquierda que "el poder del voto de la gente no es
suficiente para cambiar las cosas".
El diputado considera la independencia como una herramienta para la transformación social, más allá de la cuestión nacional.
El diputado considera la independencia como una herramienta para la transformación social, más allá de la cuestión nacional.
Quim Arrufat (1982) es uno de los tres diputados con
los que se estrena la Candidatura d'Unitat Popular (CUP) en el
Parlament de Catalunya. Desde 2009 es concejal en Vilanova i la Geltrú
(Barcelona) y pronto dejará el cargo, porque uno de los límites que se
autoimponen es no poder compatibilizar cargos. Arrufat aclara que de
hecho "sería imposible", porque asegura que si va a haber tres diputados
que no paren, estos serán los de la CUP.
¿Cómo valoráis los resultados de la CUP?
La valoración es positiva. Nos presentábamos para sacar representación,
sino no lo hubiéramos hecho. No era un salto al vacío, sino que
creíamos que había una falta de discurso y, con un proyecto
municipalista detrás que lo avalaba, teníamos opciones reales de hacerlo
posible. Sentimos que no se hayan sacado diputados en Tarragona o
Girona, que estuvieron muy cerca y llevaban años desplegando una
práctica política y una lucha muy válida, pero son unas elecciones con
una particiapción excepcional, que nos ha sorprendido a todos. En este
sentido, si Solidaritat con 100.000 votos entró con cuatro diputados,
nosotros hemos sufrido por llegar a tres con 126.000.
¿Y qué hay de los resultados en general?
El descenso en escaños –que no tanto en votos– de CiU, lo leemos como
un castigo a los recortes, al pacto con el PP, pero sobre todo a la
arrogancia de haber querido vincular, burda y partidistamente, la
posibilidad de libertad política para este país a su propia victoria
como proyecto político determinado. También ha habido una reacción
españolista, vehiculada a través de Ciutadans, por una desmembración
discursiva y organizativa del Partido Socialista. Es una reacción
preocupante porque estas elecciones eran entendidas por una mayoría
social en Catalunya como plebiscitarias, no tanto por la independencia
sino como condición previa al derecho a decidir. Por lo tanto, la
propuesta españolista, básicamente, y al margen de todos los miedos
identitarios, es no dejarnos decidir. Es un voto de prohibición de la
libertad de decidir, que en términos prácticos niega a la sociedad
catalana, que dice: “No, esto tampoco lo podéis hacer”.
¿Refleja el aumento de este voto que no hay una mayoría social clara a favor de la independencia?
No lo sabemos. Este es el principal problema, porque no podemos ni
consultarlo. Lo que sí que hay es un miedo a la independencia. Pero los
resultados son que hay 87 diputados a favor del derecho a decidir, una
mayoría nítida y clara en unas elecciones con alta participación, por lo
tanto entendemos que el paso más lógico y democrático es convocar un
referéndum de autodeterminación caiga quién caiga.
¿Será fácil convocarlo en el panorama actual?
Hay que diferenciar las cosas. Una es formar gobierno, de una autonomía
que hace 40 años que queremos muerta, porque no nos está sirviendo para
nada en absoluto –y no en términos de déficit fiscal, sino para decidir
como queremos nuestra sociedad–, porque no tiene competencias para nada
de lo que es sustantivamente importante para las clases populares. El
Parlament es otra cosa y no tiene que gobernar, sino que tiene mayorías
para determinadas cosas. La Assemblea Nacional Catalana, con muy mala
visión política y muy mala comprensión del momento, ha pedido un
gobierno fuerte para llevarnos a la independencia, que básicamente es un
gobierno de Convergència. Error, otra vez. Desvinculemos una cosa de
otra. Si hay una mayoría social expresada en las urnas favorable a la
autodeterminación, en una campaña donde ha sido el tema central, no
importa el gobierno fuerte. Tenemos que hacer pasar el derecho
democrático por encima del posibilismo o de la gestión concreta del
dinero de los presupuestos. Son dos cosas distintas y si se vuelve a
vincular, la volveremos a cagar, como lo ha hecho CiU, con su interés
legítimo de apropiarse absolutamente de todo, vinculando la posibilidad
de la independencia a su proyecto político y económico, que por otro
lado entendemos que es nefasto para Catalunya.
¿A qué se deben los resultados de la CUP?
Es un misterio porqué vota la gente a la CUP: te encontrarás mil
motivos. Nosotros hacemos una lectura de la realidad que se resume en
tres ejes: democrático, social y nacional. Cuando decimos “Ho volem tot”
(Lo queremos todo), no es solo un lema chulo, acertado o utópico.
Entendemos que hay tres grandes crisis, tres grandes retos lanzados
desde la calle: la movilización por una democracia real, aquella, como
la última huelga general, contra el hecho que la crisis la paguemos
entre todos, contra el poder financiero y la deuda, que es el mecanismo
que tiene este para imponerse a las instituciones, y finalmente por la
máxima libertad política, por la capacidad de decidir del pueblo
catalán. Estos tres ejes, que son las tres pulsiones que han salido a la
calle en grandes olas de movilización, son lo que defendemos. Por eso
también decimos “És l'hora del poble” (Es la hora del pueblo). El pueblo
no somos nosotros, la CUP es un elemento más.
¿Por qué es la hora del pueblo?
La cosa es que estas cuestiones están teniendo cero continuidad en las
estructuras institucionales, en una transposición legislativa. ¡Ojo!
Porque se está haciendo una barrera, que empieza a no ser de matices. O
luchamos e imponemos estos cambios y que se empiece a mover algo, o
básicamente estamos deduciendo que el sistema en su conjunto es
antinosotros. Leemos tres grandes crisis, tres grandes retos y tres
grandes propuestas de hacia donde debe ir la sociedad: Hacia una
democracia real, hacia una redistribución de la riqueza que pasa por
hacer cambios sustantivos con la reforma del poder financiero –no con la
reforma laboral, no nos tenemos que reformar nosotros permanentemente–,
y en la libertad política de este país para resolver la contradicción
nacional.
Hay muchas maneras de abordar la cuestión nacional.
Nosotros no somos nacionalistas conservadores, ni etnicistas, ni
racistas, sobre todo somos independentistas políticos y de clase.
Queremos tener soberanía para poder decidir como queremos que sea
nuestra economía y quién gana y quién pierde. Para que gane la mayoría,
claro. Para poder decidir como pueblo catalán qué queremos, no para
decirles a los que no hablan catalán “tú eres menos”, o lo que sea. Esto
se lo ha inventado la derecha. A la CUP creo que la ha votado tanta
gente catalanohablante como castellanohablante. Muchas veces se
esfuerzan en que no pueda existir este espacio político, que plantee la
soberanía catalana como una herramienta de transformación social para
las clases populares y por lo tanto desde una concepción política
totalmente integradora, multicultural. Es evidente que Catalunya es una
nación, eso lo reconoce todo el mundo. Pero no porque tengamos que
imponer el catalán, sino porque hay unas características económicas,
sociales, culturales, lingüísticas, que hacen que seamos –como pueblo,
como sociedad– sustancialmente diferentes de la sociedad de al lado y,
por lo tanto, nos hace falta un marco que nos permita decidir, con toda
la pluralidad de nuestra sociedad, qué queremos ser. No es el
nacionalismo conservador, que dice que somos catalanes porque hablamos
catalán. No va por aquí. Es porque tenemos una lengua propia que nos
hace, como sociedad, hables la que hables, diferentes a Madrid, donde no
hay este problema. Esta y muchas otras cuestiones –una configuración
económica determinada, una imposición fiscal determinada, una historia
de la burguesía y de la clases trabajadora determinada– hacen que
consideremos que la sociedad catalana merece soberanía para decidir, y
mientras no tenga este elemento de transformación social, no se le deja
decidir nada. Entre el estado español y la burguesía terrateniente
española y nuestra burguesía, han intentado convertir esta campaña en
una lucha de banderas entre Partido Popular y CiU para polarizar el voto
y que todo el mundo vote a la derecha. Es el negocio del nacionalismo
conservador. Siempre ha sido este, enfrentar clases trabajadores con
proyectos burgueses en los que ni unos ni otros velaran por ti.
Entonces el voto a la CUP no ha sido necesariamente independentista.
No, mucha gente no-independentista ha votado a la CUP. Entendemos que
la formulación política que hacemos, no solo cuanto a democracia radical
o a lucha social, sino también en qué tipo de independencia y soberanía
estamos planteando, ganamos gente a favor de esa idea determinada de
independencia. Hacemos nuevos independentistas, no nacionalistas,
antiindependencia burguesa. Sumamos gente a la idea de que es posible
construir, y esto no va contra los españoles. Si en Madrid o Murcia se
sienten españoles por igual me parece muy bien, pero esto no tiene que
comportar que no podamos decidir como pueblo. Es una formulación que han
ido matando en los últimos 20 o 30 años. El nacionalismo trabaja para
intentar acaparar toda la idea de Catalunya en una sola causa política,
que es la de la burguesía catalana. Hasta ha conseguido que el
nacionalismo de Esquerra se parezca mucho al de CiU. Con la diferencia
que Esquerra no tiene los mismos intereses empresariales, pero la
concepción teórica de su nacionalismo se parece mucho. Han ido matando
una pulsión histórica; cuando ha habido momentos de cambios,
movilizaciones sociales fuertes, la cuestión nacional ha dejado de ser
un problema para las clases populares, y ha empezado a ser entendida
como parte de la liberación.
¿Por ejemplo?
Salvador Seguí en el XIX o la misma CNT en los años 30. No tenían nada
de independentistas, pero no tuvieron ningún problema en constituir el
Comité de Milicias Antifascistas solo en Catalunya y declarar que era un
gobierno independiente, hacer las colectivizaciones aquí y después
federarse con los otros. Y el PSUC en la transición, mayoritariamente
formado por trabajadores inmigrantes, también. No tienen ningún tipo de
problema cuando ganan las clases populares en adoptar las libertades
nacionales como forma emancipatoria y ese PSUC de mayoría
castellanohablante inundó de banderas catalanas el 11 de septiembre de
1977. Las CUP están intentando recuperar esto. Lo iremos formulando y
actualizando como le dé la gana a la gente y de acuerdo con nuestras
necesidades, con las clases populares otra vez en marcha, y no
vinculados a figuras históricas que nos tengan que imponer un
determinado nacionalismo. Después de la crisis, parecía que la sociedad
estuviera dormida y de repente se está reorganizando de forma bastante
envidiable y está reformulando los términos del discurso político que
interesa a las clases populares. Se está formulando otra vez el
catalanismo popular, el independentismo político que intentamos definir.
La CUP nace de la Esquerra Independentista. ¿Se ha visto esta desbordada por el apoyo social que ha sumado la CUP?
La Esquerra Independentista, en un cálculo aproximado, no tiene más de
2.500 militantes en los Països Catalans, pero son muchos. Y son 2.500
activistas, que le dedican días y días a la seman. Se tiende a
menospreciar mucho a l'Esquerra Independentista, pero ha conseguido en
los últimos diez años tejer una red de 140 casals y
ateneos, que en los pueblos o barrios donde están son motores de mucho
activismo, repolitización, debate de ideas, ... A pesar de esto la
Esquerra Independentista se ha visto desbordada por las CUP ya en los
municipios, con 100 concejales y mucha expectativa. Ahora la CUP se ha
visto desbordada, no por el éxito en diputados, sino por la cantidad de
gente que quiere participar, no en el partido, sino en este espacio que
se está creando. La cuestión es como reformular toda nuestra
organización con esto. No diremos a la gente que se haga militante de la
CUP, porque no buscamos crecer en poder como partido, sino empoderar la
gente y el proyecto político, que se llamará CUP o como le dé la gana.
Siempre hemos dicho que las CUP nos servirán hasta que nos sirvan. Las
organizaciones se ven desbordadas y hay que repensar el espacio
político, y esto es positivo. Las soluciones no están escritas en
ninguna parte y nos tenemos que repensar, que es un reto interesante.
¿Cómo funciona el municipalismo?
Vilanova es la ciudad de más de 20.000 habitantes donde la CUP ha
tenido más porcentaje de votos, así que nos funciona bastante bien, pero
no hay una fórmula mágica. Son muchas horas de dedicación. Las
izquierdas de este país le han explicado a la gente durante mucho tiempo
que lo más práctico e inteligente no es militar y perder muchas horas
sino hacer políticas de distancia y confiar en los partidos políticos.
Nunca ha sido así. Cuando las clases populares han tenido organizaciones
realmente potentes en este país ha sido porque ha participado mucha
gente, que se ha dejado horas, que ha hecho mucha militancia. La gente a
veces se olvida de esto y nos dice: “Bueno, os ha salido muy bien” y lo
ve todo muy fácil. Aquí hay mucha gente que ha currado muchas horas
desde muchos ámbitos distintos, de la Esquerra Indepentista y de fuera,
que son los propietarios de esto. La gente lo llama asamblearismo, pero
es básicamente respeto absoluto, porque el proyecto no es nuestro sino
de toda esta gente.
¿De dónde viene este modelo?
Hemos aprendido mucho de los tres grandes ejemplos de municipalismo
popular que se mantuvieron con la Assemblea de Catalunya cuando todo el
mundo se afilió a los partidos en la transición, que eran Arbúcies, Sant
Pere de Ribes y Ripollet. Son los tres que mantuvieron estructuras
asamblearias y unidad por el cambio. Los sitios donde mejor ha aguantado
son Ripollet y Ribes. En Ripollet había un sindicato y una candidatura y
en Ribes, una entidad cultural y una candidatura. En la mayor parte de
lugares donde salió adelante el proyecto que llamamos de unidad popular
hay un ateneo, una plataforma de lucha social, y una candidatura. Un
espacio de lucha social permite la confluencia de sindicalismo
alternativo con organizaciones políticas. El ateneo sirve para conectar
toda la gente. Es importantísimo para la izquierda tener espacios
abiertos a la gente sin ningún tipo de miedo, no cerrarse nunca en
ningún despacho, también para tener debates, para formar a la gente,
repolitizando una sociedad profundamente despolitizada. Cuando empieza
la crisis nos damos cuenta de que tenemos una sociedad y unas clases
populares en Marte, viviendo en la otra punta del planeta. Los ateneos
han servido mucho para formar una juventud, a partir de la idea de Ribes
de una candidatura y un ateneo potente que haga actividad cultural,
recupere cultura popular, ponga debates sobre la mesa, junte gente, haga
comunidad, cree cooperativas, ... En 10 o 12 años la gente ha ido
haciendo 140 casals y ateneos sin que nadie lo
dijera. Esto no se decide en un despacho, es mucha gente trabajando,
mucha gente creyéndose el proyecto.
¿Como candidatura como convocáis a la gente?
En Vilanova organizamos una o dos asambleas populares al año y hay unas
380 personas inscritas, que es toda la gente que ha pasado y ha querido
inscribirse para continuar recibiendo los documentos de las asambleas,
mientras que militantes de la CUP en Vilanova solo hay 18 inscritos. Hay
mucha gente que nos sigue pero que lucha, por ejemplo, en la educación y
cuando hay una asamblea popular viene. No quiere ser militante de la
CUP, sino que cree que es un proyecto válido y quiere decir la suya.
Nosotros les decimos que no se hagan militantes porque son muy útiles en
la lucha que están haciendo. Gracias a ellos hay esperanza, no gracias a
la CUP.
¿Y cómo se traslada todo esto al Parlament?
Nos fiamos bastante de la experiencia de los municipios, que es que el
epicentro siempre es la calle y cuidar la gente que lucha, que es más
importante que tu supervivencia como partido. En los municipios siempre
pensamos: si en las próximas elecciones nos quedamos a cero concejales,
que nuestro paso por esta aventura haya dejado un tejido muy potente. No
utilizar a todo el mundo para unos resultados electorales, que es lo
que hicieron los partidos de izquierdas en los años 80, cargándose todo
el tejido asociativo por su éxito electoral. Nuestra obsesión es lo
opuesto, y esto te hace trabajar con el epicentro en la calle. Por eso
hay que estar en la calle, en la institución y en la creación de
alternativas. Cada vez es más importante acompañar las cooperativas de
consumo, finanzas éticas, medios de comunicación alternativos, … Poner
en práctica la sociedad que aspiras a conseguir, porque sino todo es una
mentira.
¿Qué función juega la CUP en este nuevo ámbito?
Hay una función básica que la gente espera que cumplamos en el
Parlament que es extraer información, socializarla, haciendo una lectura
y extraerla pidiendo mucha. Hay un desconocimiento profundo y absoluto
de lo que se está cociendo en los lugares de no-decisión democrática de
este país. No-decisión porque nuestros representantes son incapaces de
decidir una cosa que vaya en contra de quien está dictando las órdenes
desde el otro lado. Han perdido la capacidad de oponerse ni de plantar
cara ni de hacer programas alternativos, todo viene impuesto por el
mercado financiero, por el estado, por la Unión Europea, que es
básicamente una extensión del mercado financiero bien planificado.
¿Os habéis encontrado esta incapacidad de decidir?
Nosotros ya estamos habituados a irnos del pleno municipal. Lo hemos
hecho tres veces. El Estado te dice que tienes 25 millones de euros en
facturas que no puedes pagar, te las pide y las paga, pero te impone un
crédito. Para este crédito, te pasa la lista de bancos con los que
tienes que firmarlo, y dice que ya lo ha negociado y que será al 6%. ¿Al
6%? Pero le han dejado dinero al banco al 1%, y recibimos la lista y
ahí están Bankia, la CAM, todos los ladrones. No había ni uno que se
salvara. Eso significa que hemos pasado de tener facturas atrasadas por
valor de 25 millones de euros a deber 25 millones y 10 millones más de
intereses que van a bancos intervenidos, a los que el Estado ha dejado
dinero y ahora nos obliga a pagarles. Es una refinanciación descarada de
los bancos a base de cerrar servicios, pero llega al pleno la votación
de la aceptación de este crédito y decimos: la Candidatura está en
contra. Entonces salta el secretario y nos dice que, por la reforma de
la Constitución, no podíamos votar en contra porque se nos podían pedir
responsabilidades penales. La ley manda votarlo por pleno pero no
podemos tomar ninguna decisión que no sea sí, porque sino el
ayuntamiento es intervenido. Pues hasta aquí hemos llegado, a mi no me
elige la gente para que me digan qué tengo que votar. ¡A la mierda,
hombre! Lo hemos tenido que hacer dos veces más, porque llegan
ordenanzas fiscales y dicen: “Lo que votasteis en marzo...” ¡Pero
nosotros no lo votamos! Pues ahí los bancos ya decían como teníamos que
subir los impuestos en los próximos años. ¿Entonces por qué hacemos el
pleno si no puede haber decisión democrática? Que nos notifiquen de lo
que han decidido los bancos y nos lo leemos en casa. No sirve de nada
irse del pleno, es un simbolismo, pero no es que seamos unos notas, es
que es muy serio, se han cargado la democracia municipal, y por
intuición en la Generalitat está pasando lo mismo. Nos están
interviniendo la poca democracia que había.
¿Cuáles seran vuestras prioridades en el Parlament?
La primera es, por lealtad a lo que ha pasado en las elecciones, para
poder empezar a tener soberanía, que se convoque el referéndum de
autodeterminación, por dignidad. Pero después entendemos que las
funciones que tendremos en el Parlament serán sacar información y hacer
de tensor político. Nos dimos cuenta que entras en los ayuntamientos y
con todas tus propuestas, toda tu exigencia de transparencia,
cuestionamiento de esto y lo otro, a veces más simbólicas, a veces más
importantes, de repente cambias el debate. Lo haces un poco más
estridente porque lo llevas a cuestionar las bases sobre las que se han
estado haciendo las cosas en los últimos 20 años por parte de todos y de
repente resitúas a los demás. Obligas a las izquierdas a resituarse
ideológicamente. Dicen: Si estos están diciendo cosas en las que creo
pero están tan alejadas de lo que digo, es que se me ha ido bastante la
castaña en estos últimos años. Esto servirá de tensor, porque es obvio
que el espacio político que ha de poder transformar, empezar a ganar a
los mercados. No somos nosotros, sino que será la mayoría social de este
país, que tendrá que tener una práctica política y un discurso y una
interfície representativa en las instituciones o donde sea que tendrá
que tener un discurso consecuente con los cambios que hacen falta para
poder redefinir la realidad, y esto ahora mismo no está en las
izquierdas institucionales. Hay que tensionar esta izquierda y decirles
que dejen de hacer un discurso placentero de “si ganáramos nosotros lo
haríamos mejor”. No, porque no lo hicisteis mejor y porque las
condiciones objetivas de las instituciones os harían recortar. ¿Por qué
mienten si lo saben? ¿Por qué dicen que subirían el impuesto de
sucesiones o inventarían una tasa que es imposible de aplicar porque no
tenemos un Estado ni soberanía para hacerlo? ¿Por qué le dicen a la
gente que sin que se muevan del sofá les solucionarán la vida y todo
volverá a ser como antes? Vamos a luchar contra la derecha pero también a
pensar la izquierdas. Son dos cosas distintas. Nuestros enemigos no son
la izquierda institucional de este país, pero sí que se la debe hacer
pensar y hacer reflexionar.
¿El objetivo para las próximas elecciones sería una candidatura de izquierdas más amplia?
El objetivo es que la mayoría social de este país, las clases
populares, tengan organización, interfície representativa que pueda
aplicar un proyecto en beneficio de todos, con los principios de la
izquierda, de igualdad, justicia, redistribución justa de la riqueza.
Esto lo tiene que ganar la mayoría social de este país y
consecuentemente, la CUP sola, dudo mucho que un día la tenga. Lo bueno
será que el espacio de la izquierda en los próximos años se vaya
reconfigurando. Eso no quiere decir que, como gobierna la derecha, nos
juntamos la izquierda caiga quién caiga sin programa y sin saber dónde
vamos, que es lo que están proponiendo ahora. Esto no sirve de nada más
que para tener otro fiasco de tripartit e ir
engrosando el problema. Antes de juntarse las izquierdas y crear frentes
amplios debe haber programa y práctica política detrás. La práctica
política es importante porque alguien tiene que defender la obra del
gobierno. Tendrás enemigos que, si no sacan las armas, poco les faltará,
cuando empieces a hacer cambios. Aquí y en todas partes ha pasado
igual. O tienes un gran movimiento popular detrás, orgulloso de ti, con
confianza, organizado, con estructuras, y esto no quiere decir un
partido, sino una conciencia social, un tejido, con el que te puedes
relacionar de formas muy diversas y rendir cuentas, o no sirve de nada,
porque a la que entres a gobernar, en el primer mes te machacan vivo,
por lo tanto solo por tu supervivencia física dejas de decir la mitad de
cosas. Que es lo que pasó, en otro contexto, con el tripartit. Yo por
trabajo me reunía con ERC o ICV y decían: el grupo Godó nos machaca, no
podemos hacer nada… Si no podéis hacer nada gobernando porque el grupo
Godó os machaca tenéis un problema. Haberlo pensado antes. O os gustaba
explicaros la historia de que con corbata y presentándoos a las
elecciones si sacabais suficiente para gobernar esto ya estaría, pero no
es así. Eso significa que no vivimos en una democracia plena, que el
poder del voto de la gente no es suficiente para cambiar las cosas,
porque fuera de las instituciones democráticas –que de hecho en lo
importante ya no son ni democráticas– sigue habiendo, cada vez más, un
espacio de poder donde se toman decisiones que nos afectan y cada día
es más grande y no lo controlamos. Ni lo legislamos, ni lo controlamos y
nos gobierna.
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